Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús (Iglesia del Cerrito)

Historia del Santuario:

En el Año 1889 La Primera Asamblea Católica decide construir un santuario en honor al Sagrado Corazón de Jesús, en la histórica cumbre del Cerrito de la Victoria.

El 26 de junio de 1902 Monseñor Mariano Soler, primer Arzobispo de Montevideo, compra para la construcción, dos manzanas de terreno.

El 9 de junio de 1911 El Administrador apostólico de la Arquidiócesis , Monseñor Ricardo Isasa, por temor a la incautación por parte del estado, vende dichos terrenos                        .

10 de octubre de 1919 Por iniciativa del Padre Antonio D´Elia, Párroco del reducto y después de haber trabajado incansablemente para juntar los fondos, compra nuevamente una manzana para la construcción del Santuario.

23 de noviembre de 1919 Mons. Juan Francisco Aragone ( Arzobispo de Montevideo), Mons. José Marcos Semería (Obispo de Melo), Mons. Tomás J. Camacho( obispo de Salto), como primer acto conjunto del Episcopado Uruguayo, bendicen y colocan la piedra fundamental del futuro santuario y consagran públicamente el Uruguay al Sagrado Corazón de Jesús.

11 de Junio de 1920 La Sociedad de Arquitectos del Uruguay, convoca a Concurso Internacional en dos grados para presentar los proyectos.

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4 de enero de 1921 Se reciben seis anteproyectos; Se eligen dos y finalmente gana elproyecto del sacerdote salesiano e italiano, P. Ernesto Vespignani.

El mismo tiene una gran influencia Bizantina con gran cúpula central y la planta es en forma de cruz griega.

La nave que podíamos llamar longitudinal queda algo prolonga con respecto a la transversal por razón de combinarse en ella, a semejanza de la solución clásica de Santa Sofía, la cúpula central con dos semicúpulas que corresponden una al Presbitero y la otra al Coro.

Además se agregan en torno a la cúpula cuatro torres angulares que se elevan sobre los pilares torales. La nave transversal o el Crucero se cubre en cambio con sus dos brazos laterales con bóvedas semicilíndricas.

Otro acierto a destacar es el carácter de los detalles exteriores, más propio del occidente románico que del oriente bizantino, el cual, por una parte pone más a nuestro alcance una obra de arte que sería demasiado exótica, si no estuviera ligada a nuestras tradiciones artísticas netamente europeas y por otra parte, da lugar a enriquecer la composición, haciéndola más original e interesante.