SAN JUAN MARIA VIANNEY [1786-1859]
- Una vida bajo la mirada de Dios -

Vida del Santo - Biografías sobre el Cura de Ars

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Nacido el 8 de mayo de 1786 en Dardilly, cerca de Lyon, de una familia de agricultores, Juan María Vianney vivee una infancia caracterizada por el entusiasmo y el amor de sus padres. El contexto de la Revolución francesa va, sin embargo, a influir mucho en su juventud: hará su primera confesión al pie del gran reloj, en la sala común de la casa natal, y no en la iglesia del pueblo, y recibirá la absolución de un sacerdote clandestino. 
Dos años más tarde, hace su primera comunión en un granero, durante una misa clandestina, celebrada por un sacerdote refractario. A 17 años, responde a la llamada de Dios: "quería ganar almas para Dios", dirá a su madre, María Béluze. Pero su padre se opone durante dos años a este proyecto, ya que las fuerzas faltaban en la casa paterna. 
Comienza a 20 años a prepararse al sacerdocio con el P. Balley, párroco de Écully. Las dificultades van a crecerlo: pasa del desaliento a la esperanza, va en peregrinación a la Louvesc, a la tumba de San Francisco Régis. Se ve obligado a convertirse en desertor cuando debe entrar en el ejército para ir a combatir durante la guerra de España. Pero el P. Balley sabrá ayudarlo durante estos años de pruebas. Ordenado sacerdote en 1815, es en primer lugar vicario en Écully.

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En 1818, es envíado a Ars. Allí, despierta la fe de sus feligreses por sus predicaciones, pero sobre todo por su oración y su manera de vivir. Se siente pobre ante la misión que debe realizar, pero se deja llevar por la misericordia de Dios. Restaura y embellece su iglesia,  funda un orfelinato: "El Providence" y toma cuidado de los más pobres.

Muy rápidamente, su reputación de confesor le atrae numerosos peregrinos que vienen a buscar ante él el perdón de Dios y la paz del corazón. Ante las muchas pruebas y combates, guarda su corazón arraigado en el amor de Dios y de sus hermanos; su única preocupación es la salvación de los almas. Sus catequesis y sus homilías hablan sobre todo de la bondad y de la misericordia de Dios. Sacerdote que se consume en amor ante del Santísimo Sacramento, totalmente entregado a Dios, a sus feligreses y a los peregrinos, muere el 4 de agosto de 1859, después de haberse entregado hasta el final del Amor. No era fingida su pobreza. Sabía que moriría un día como "prisonero del confesonario". Por tres veces había intentado huir de su parroquia, creyéndose indigno de la misión de párroco y pensando que era un obstáculo a la bondad de Dios más que un signo de este Amor. La última vez, fue menos de seis años antes de su muerte. Fue encontrado durante la noche por sus feligreses, que habían tocado la campana para avisar de su huida. Volvió a su iglesia y se puso a confesar, a partir de la una de la mañana. Dirá el mismo al día siguiente:  "hice el niño".   En su entierro había una muchedumbre de más de mil de personas, y entre ellas el obispo y todos los sacerdotes de la diócesis, venidos a rodear al que ya era su modelo.

Beatificadoel 8 de enero de 1905, fue declarado el mismo año patrono de todos los párrocos de Francia. Canonizado por Pío IX en 1925 ( el mismo año que santa Teresa del Niño Jesús) fue proclamado en 1929 “patrono de todos los párrocos del mundo”. El papa Juan Pablo II vino a Ars en 1986.

En la actualidad Ars acoge 450000 peregrinos cada año y el Santuario propone diversas actividades. Un seminario ha sido abierto en 1986, que forma a los futuros sacerdotes a la escuela del P.Vianney ; pues “allí donde los santos pasan, Dios pasa con ellos”.

Descubra la vida del Santo Cura de Ars.

Principales biografías sobre el cura de Ars

Varias biografías y libros sobre el Cura de Ars están disponibles en español.
A LA LIBRERIA DEL SANTUARIO (This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.)


Nota realizada en Octubre de 2009

Juan María Vianney, el Cura de Ars

En el año sacerdotal, Benedicto XVI ha indicado como modelo la figura del Cura de Ars, patrono de los párrocos.

Eran tiempos tristes para la Francia del segundo Terror. La iglesia parroquial de Dardilly se había cerrado y toda actividad de culto había sido prohibida. Allí fue donde nació Juan María Vianney. Durante su primera comunión, celebrada en un caserío en el curso de una m

isa clandestina, le brotó en el corazón el deseo de ser sacerdote. La idea parecía utópica: se habían suprimido los seminarios; pero un sacerdote valiente, Charles Balley, había creado una escuela parroquial para los candidatos al sacerdocio.curaars-01

Humanamente hablando, el alumno Juan María era un caso casi perdido: tenía más de 20 años y apenas sabía leer y escribir. Balley apreció el candor de su alma y su tenacidad campesina y lo admitió en su escuela. Al joven no le resultaron fáciles las clases, sobre todo las de latín, mientras que se le daba muy bien aprender y poner en práctica las palabras del Evangelio. El tesón de ambos consiguió lo imposible: el 13 de agosto de 1815 Juan María Vianney fue ordenado sacerdote con la condición de que se mantuviera bajo la guía de Balley y no ejerciera el ministerio de la confesión. Siguieron tres años de maravillosa convivencia para los dos sacerdotes.

Cuando Balley murió, la curia no consideró oportuno dejar aquella importante parroquia en manos de Vianney y lo nombraron capellán de una pequeña aldea de 40 casas y 270 habitantes: Ars. El pueblecito desde luego no brillaba por su santidad. Todavía había fe en la gente, pero estaba cubierta por la ceniza de la ignorancia religiosa y por unas prácticas morales discutibles.

El joven sacerdote empezó su trabajo poniendo un poco de orden en la pequeña iglesia y tomando contacto con sus feligreses. Iba por los campos a visitarlos en sus casas, conversaba con ellos sobre la cosecha y sobre el estado de salud de sus animales. Así rompía el hielo y entablaba amistades. En poco tiempo llegó a conocer los vicios y las virtudes de su gente.

Obligados por la necesidad más que por la ideología revolucionaria, los domingos por la mañana, los hombres preferían trabajar en el campo en vez de ir a la iglesia. Por la tarde, entre riñas y blasfemias, se agolpaban en las cuatro tabernas del pueblo donde despilfarraban el poco dinero del que disponían. Las chicas no tenían el ajuar necesario para casarse y no podían aprender un oficio: sólo sabían pastorear las pocas ovejas que tenían sus familias y almacenar paja para el invierno. En las solemnidades, el motivo principal para reunirse eran las fiestas, donde se bailaba a la luz de las velas hasta la mañana siguiente. Fue entonces cuando el Cura de Ars acuñó su famosa frase: «¡Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias!»

Pero no todo era tan negro. Don Juan María había observado a un campesino que todas las tardes dejaba sus aperos en la puerta de la iglesia al volver del campo, entraba y se quedaba sentado en silencio durante largo rato. Un día, el Cura de Ars se le acercó: «Buen hombre, ¿qué hace aquí en silencio?». A lo que el campesino, asombrado por la pregunta, le contestó: «Estoy ante mi Señor. Él me mira y yo le miro a Él».

Para el Cura de Ars, su primer deber era rezar. Mientras los hombres estaban blasfemando en las tabernas, él estaba de rodillas delante del sagrario en adoración y preparaba la catequesis de niños y adultos: el Señor le inspiraría las palabras que tenía que usar mejor que los libros. Luego estaba la penitencia. En Ars no era difícil practicarla, porque la vida era dura para todos y él, que comía unas pocas patatas cocidas con un poco de sal, ¡podía considerarse afortunado! Debido a su escrupulosidad, Juan María añadió algunas penitencias un poco exageradas que le perjudicaron la salud: «excesos de juventud», dirá él mismo más tarde.

Oración y penitencia no eran fines en sí mismas. Viendo la miseria material y moral en la que se encontraban muchas chicas, creó una escuela para ellas donde recibían comida, educación y aprendían un oficio. La llamó «Providencia». Para los adultos creó dos asociaciones, una para las mujeres y otra para los hombres, a través de las cuales ocupaba a todos en actividades caritativas y de culto.

Poco a poco la fisionomía de la parroquia empezó a cambiar y la fama de ese cura, al que sólo se le conocía por su poca preparación intelectual, se extendió más allá de Ars. Hasta en los mercados se oía decir a los campesinos: «¡Ningún cura nos ha hablado nunca como nuestro párroco!» En un momento de entusiasmo, a él mismo se le escapó: «Hermanos míos, ¡Ars ya no es Ars!», añadiendo que el pequeño cementerio del pueblo estaba lleno de santos.

Hasta se corrió la noticia de que en Ars sucedían hechos milagrosos. Y en efecto, las conversiones que tenían lugar en el confesionario eran de ese calibre. El Cura de Ars se las atribuía a santa Filomena, pero mientras tanto un gran número de personas acudía a descargar en el corazón del «santo cura» el peso de sus pecados. Y los que iban en busca de curaciones, volvían a casa con el espíritu reconfortado.

Corrieron también noticias difamatorias, porque muchos no podían creer que un cura de pueblo, al que se le consideraba un inútil, pudiera obrar prodigios. Las malas lenguas llegaron hasta el obispo, el cual ordenó que se realizara una investigación canónica que dejó claro lo infundado de las acusaciones y que sirvió para que aumentara la afluencia de peregrinos a Ars.

En 1845 incluso enviaron a Ars al padre Lacordaire, famoso orador sagrado de la época, que después de escuchar la homilía del Cura de Ars, le dijo: «Usted me ha enseñado a conocer al Espíritu Santo». Y el Cura de Ars comentaba con gracia el día después de que el padre Lacordaire había hablado a sus feligreses en la iglesia: «Dicen que a veces los extremos se tocan. Precisamente eso ocurrió ayer en el púlpito de Ars. Se vio la ciencia sublime y la alta ignorancia». A quien le pedía su parecer sobre la predicación del párroco iletrado, Lacordaire respondía: «¡Ojalá todos los curas de pueblo predicaran tan bien como él!»

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 Coincidiendo con el 150º aniversario de la muerte de san Juan María Vianney –el «Cura de Ars»– el papa Benedicto XVI inauguró el 19 de junio de 2009 un «año sacerdotal» bajo la protección del patrono de todos los párrocos. (año que en Montevideo culminó el 13 de mayo del 2010).

Durante la catequesis o en la iglesia, en confidencias a feligreses o peregrinos que lo conocieron. reconocieron en este sacerdote a un hombre de Dios desconcertante y extraordinario, de quien su obispo decía: «Yo no sé si es instruido o no; lo que sí sé es que el Espíritu Santo se encarga de iluminarlo».


 

FRASES CÉLEBRES DEL

SANTO CURA DE ARS

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* Los buenos cristianos que trabajan en salvar su alma están siempre felices y contentos; gozan por adelantado de la felicidad del cielo; serán felices toda la eternidad. Mientras que los malos cristianos que se condenan, siempre se quejan, murmuran, están tristes... y lo estarán toda la eternidad.
Un buen cristiano, un avaro del cielo, hace poco caso de los bienes de la tierra; sólo piensa en embellecer su alma, en obtener lo que debe contentarle siempre, lo que debe durar siempre.
Ved a los reyes, los emperadores, los grandes de la tierra: son muy ricos; ¿están contentos? Si aman al Buen Dios, sí; si no, no están contentos. Me parece que no hay nada que dé tanta pena como los ricos cuando no aman al Buen Dios. Puedes ir de mundo en mundo, de reino en reino, de riqueza en riqueza, de placer en placer; pero no encontrarás tu felicidad. La tierra entera no puede contentar a un alma inmortal, como una pizca de harina en la boca no puede saciar a un hambriento".


* Estaba profundamente convencido de que una persona es feliz cuando vive con Dios; y que es infeliz sólo cuando esa persona libremente se ha separado de Dios: porque no conoce lo que Dios dice, porque ha dejadode escucharle y hacerle caso.
"Hijos míos; ¿por qué somos tan ciegos y tan ignorantes? iPorque no hacemos caso de la palabra de Dios!".
Pero lo primero para poder hacer caso a Dios es saber qué dice, estar formado: "Con una persona formada hay siempre recursos. Una persona que no está formada en su religión es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza del alma, ni el precio de la virtud; se arrastra de pecado en pecado".


* Hay muchos cristianos que no saben por qué estan en el mundo.
-¿Por qué Dios mío, me has puesto en el mundo?
-Para salvarte.
-y ¿por qué quieres salvarme?
-Porque te amo.
iQue bello y grande es conocer, amar y servir a Dios! Es lo único que tenemos que hacer en el mundo. Todo lo demás es tiempo perdido.


* "Hay personas que no aman al Buen Dios, que no le rezan y que prosperan; es mal signo. ¡Han hecho un poco de bien a través de mucho mal! El Buen Dios les da su recompensa en esta vida".

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"Cuando no tenéis el amor de Dios en vosotros, sois muy pobres. Sois como un árbol sin flores y sin frutos".

* Cuando nos abandonamos a nuestras pasiones, entrelazamos espinas alrededor de nuestro corazón.
El que vive en el pecado toma las costumbres y formas de las bestias. La bestia, que no tiene capacidad de razonar, sólo conoce sus apetitos; del mismo modo, el hombre que se vuelve semejante a las bestias pierde la razón y se deja conducir por los movimientos de su'cadáver' (su cuerpo).
Un cristiano, creado a la imagen de Dios, redimido por la sangre de un Dios. iUn cristiano... hijo de Dios, hermano de Dios, heredero de Dios! iUn cristiano, objeto de las complacencias de tres Personas divinas! Un cristiano cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo: he aquí lo que el pecado deshonra!
El pecado es el verdugo del Buen Dios el asesino del alma...
Ofender al Buen Dios, que sólo nos ha hecho bien! Contentar al demonio que tan sólo nos hace mal ! ¡ Qué locura!!!


* Por una blasfemia, por un mal pensamiento, por una botella de vino, por dos minutos de placer i Por dos minutos de placer perder a Dios, tu alma, el cielo... para siempre!
Hijos míos, si veis a un hombre levantar una gran hoguera, apilar la leña, y le preguntáis: qué es lo que hace?, os responderá: Preparo el fuego que debe quemarme. ¿Qué pensaríais si vierais a este mismo hombre aproximarse a la llama de la hoguera y, cuando está encendida, echarse dentro? ¿qué diríais?............

Al pecar, eso es lo que nosotros hacemos. No es Dios quien nos echa al infierno, somos nosotros por nuestros pecados. El condenado dirá: He perdido a Dios, mi alma y el cielo: y es por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa! ¿Se levantará para volver a caer?.

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* ¿Por qué no somos capaces de beneficiarnos más del sacramento de la penitencia?  Porque no buscamos todos los secretos de la misericordia del Buen Dios, que no tiene límites en este sacramento.
Cuando vamos a confesarnos, debemos entender lo que estamos haciendo. Se podría decirque desclavamos a Nuestro Señor de la cruz.
Algunos se suenan las narices mientras el sacerdote les da la absolución, otros repasan a ver si se han olvidado de decir algún pecado...
Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre del Buen Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del bautismo.

* Lo central de su vida, como sacerdote, era celebrar la Misa. La Misa era lo más grande para él. Durante sus cuarenta años en Ars, antes de celebrar la misa (de ordinario a las siete de la mañana) se preparaba durante casi una hora de oración... ¿era tan grande lo que iba realizar!:
"Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua.
Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito, como si de Dios mismo se tratara".


* Jamás se negó, jamás. Se dio siempre a los demás sin interés alguno. 'La señorita Bernard de Fareins, enferma de un cáncer terminal, deseaba antes de morir tener el consuelo de ver por última vez al Cura de Ars, de quien oía contar maravillas. El reverendo Dubouis le escribió cuatro palabras para comunicarle los deseos de la enferma. Era el día del Jueves Santo de 1837, día en el que tenía la costumbre de pasar toda la noche en la iglesia, acompañando a Jesús en el Monumento. Sin haber dormido, partió enseguida para Fareins. Se equivocó en el camino; después de dar vueltas y vueltas, llegó cubierto de barro y muerto de fatiga. No quiso aceptar ni un vaso de agua. Como ya era conocido, la gente del pueblo le abordaba por la calle. Sin la menor impaciencia, atendió amablemente a cada persona, y se volvió a su casa sin darse importancia.
Lo mismo en 1852, con 66 años, el Rdo. Beau (Cura de Jassans y confesor ordinario del cura de Ars durante 13 años), cayó gravemente enfermo: "Mi amigo vino a visitarme. Era por la tarde del día del Corpus, el 11 de junio. Hizo el viaje a pie, con un fuerte calor y después de haber presidido en Ars la procesión del Santísimo Sacramento', contaba agradecido este sacerdote".

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* Era sacerdote para todos, no sólo para los de su pueblo: sacerdote de Jesucristo para todos los hijos de Dios. Por eso, cuando algunos curas, viejos o enfermos, como los de los pueblos vecinos Villeneuve y Mizerieux, no podían atender bien sus parroquias, espontáneamente su compañero de Ars se ponía a sus órdenes.
Iba de noche a visitar a los enfermos de Rancé, de Saint-Jean-de- Thurigneux, de Savigneuxy, de Ambérieux-en-Dombes. Si le llamaban en domingo, partía enseguida, después de la misa mayor, sin entrar en su casa, y volvía en ayunas al tiempo de vísperas.


* No le interesaba más que ser sacerdote: era ese su mayor orgullo. En la última década, el emperador le designó para nombrarle Caballero de la Legión de Honor. El nombramiento apareció en los periódicos. El alcalde, señor des Garets, le comunicó la noticia:
-¿Tiene asignada alguna renta esta cruz?... ¿Me proporcionará dinero para mis pobres? ,preguntó el Santo sin manifestar contento ni sorpresa.

-No. Es solamente una distinción honorífica.
-Pues bien, si en ello nada ganan los pobres, diga usted al Emperador que no la quiero.

* Su gran preocupación es inculcar en los cristianos la convicción de que en la tierra estamos de paso, que vale la pena vivir siendo avaros del cielo. La tierra es comparable a un puente que nos sirve para cruzar un río; sólo sirve para sostener nuestros pies.
Estamos en este mundo, pero no somos de este mundo, puesto que decimos todos los días: Padre nuestro que estás en los cielos. Hay que esperar nuestra recompensa cuando estemos en nuestra casa, en la casa paterna".


* Quiso vivir pobremente, prescindiendo de todo lo posible, para que nada le atase. Y si podía dar, prescindía sin pensárselo dos veces. Un día, cuando se dirigía al orfanato para explicar el catecismo, se cruzó con un pobre desgraciado que llevaba el calzado destrozado. Inmediatamente, el Cura le dio sus propios zapatos y continuó su camino hacia el orfanato intentando ocultar sus pies descalzos bajo la sotana.

* Cuenta Juana-María Chanay: Le envié una mañana un par de zapatos forrados, enteramente nuevos. i Cuál fue mi admiración al verle, por la tarde, con unos zapatos viejos, del todo inservibles! Me había olvidado de quitárselos de su cuarto.
-¿ Ha dado usted los otros ? , le pregunté:
-Tal vez sí, me respondió tranquilamente.


* En invierno iban muchos pobres a su casa a pedir: "Qué feliz estoy -decía- de que vengan los pobres! Si no viniesen, tendría que ir yo a buscarlos y no siempre hay tiempo".
Les encendía el fuego de la chimenea, les calentaba, y mientras tanto también aprovechaba para hablarles del Buen Dios, les animaba a que le amasen. Algunos le propusieron hacerse cargo ellos, de los pobres, para quitarle trabajo al Cura; pero los pobres, con quien querían estar era con el Cura. Juan Pertinand, que lo vio, cuenta: Los llamaba 'amigos míos' con una voz tan dulce, que se retiraban muy consolados: ¡Se sentían queridos!


* Su cariño a los pobres era muy sobrenatural. Jesús quiso ser pobre, y santificó la pobreza. Por eso le gustaba contar sucesos de la vida de Jesús en los que se presentaba pobre. Contaba con frecuencia aquella anécdota de San Juan de Dios, que al darse cuenta de que los pies del pobre a quien socorría estaban llagados, los besó mientras decía: iEres tú, Señor!; al contar esta anécdota, solía emocionarse.

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* En la antigua casa parroquial de Ars se conservan, y pueden verse todavía, las disciplinas y el cilicio del Cura de Ars, pero su principal instrumento de mortificación no está ahí. Lo han dejado en la Iglesia, pues era el confesionario. Durante largo tiempo del día permanecía sentado en el confesionario, prisionero de los pecadores. De ahí que sufriese una serie de hernias muy dolorosas.
Comentaba en una ocasión el señor Camilo Monnin: Nunca se sentaba en las visitas. Sin duda que era por defere
ncia a las personas que recibía, pero también a causa de las hernias que sufría y que había contraído permaneciendo tantas horas sentado en el confesionario.

* Si alguien le dijera: Me gustaría ser rico.. ¿Qué hay que hacer? Usted le respondería: Hay que trabajar. Pues para ir al cielo hay que sufrir.

iSufrir! ¿Qué más da? Sólo es un momento. Si pudiésemos pasar ocho días en el cielo, comprenderíamos lo que vale este momento de sufrimiento aquí en la tierra. Ninguna cruz nos parecería pesada, y ninguna prueba sería amarga.


* ¡Cuánto amo las pequeñas mortificaciones que nadie ve! : como levantarse un cuarto de hora más pronto, levantarse un momentito para rezar por la noche; pero hay personas que sólo piensan en dormir.
Podemos privarnos de calentarnos; si estamos mal sentados, no buscar colocarnos mejor; si paseamos en el jardín, privarnos de algunas frutas que nos agradarían; al hacer la limpieza en la cocina, no picotear; privarse de mirar algo bonito que atrae la mirada en las calles de las grandes ciudades sobre todo. Cuando vamos por la calle, fijemos la mirada en Nuestro Señor llevando su cruz ante nosotros, en la Santa Virgen que nos mira, en nuestro ángel de la guarda que está a nuestro lado".

* A los padres les insistía en que atendiesen el alma de sus hijos, que es lo que más vale de ellos.
"Esa madre que no tiene en la cabeza otra cosa que su hija..., pero que se preocupa mucho más por mirar si lleva bien puesto el sombrero que en preguntarle si ha dado a Dios su corazón. Le dice que no ha de parecer uraña, que tiene que ser amable con todo el mundo, para llegar a entablar amistades y colocarse bien... y la hija se esfuerza en seguida en atraer las miradas de todos".
Así forman a las hijas moviéndolas a que vistan de cualquier manera, poniendo más atención en lo externo suyo que en su interior y cuando visten indecentemente, son instrumentos para perder a las almas. y sólo en el tribunal de Dios se sabrá el número de crímenes que habrá hecho cometer...".

virgen-ars-2 * La Santa Virgen está entre su Hijo y nosotros. Aunque seamos pecadores, ella está llena de ternura y de compasión hacia nosotros. El niño que más lágrimas ha costado a su madre es el más querido. ¿No corre una madre siempre hacia el más débil y expuesto? Un médico en un hospital, ¿no presta más atención a los más enfermos?"

* El hombre había sido creado para el cielo. El demonio rompió la escalera que conducía a él. Nuestro Señor, por su pasión, ha construido otra para nosotros. La santísima Virgen está en lo alto de la escalera y la sostiene con sus manos".

* María, no me dejes ni un instante, estate siempre a mi lado. Volvamos a ella con confianza, y estaremos seguros de que, por miserables que seamos, ella obtendrá la gracia de nuestra conversión.
María es tan buena que no deja de echar una mirada de compasión al pecador. Siempre está esperando que le invoquemos.
En el corazón de María no hay más que misericordia".


Oraciones que decía asiduamente el Santo Cura de Ars y que enseñaba a los fieles de su parroquia.


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Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote 
que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, 
y mi único temor es ir al infierno
porque ahí nunca tendría
la dulce consolación de tu amor.
Dios mío, si mi lengua no es capaz de decir
a cada momento que os ama, 
quiero que mi corazón lo diga
tantas veces cuantas respiro.
Dios mío, concédeme la gracia de sufrir amándote
y de amar sufriendo.
Yo os amo, oh Dios mío,
porque tú me tienes aquí abajo crucificado por ti. 
Concédeme la gracia de morir amándote 
y sintiendo que te amo.


II
¡Dios mío,
concédeme la conversión de mi parroquia;
consiento en sufrir cuanto quieras 
durante toda mi vida, 
durante cien años los dolores más duros,
con tal que se conviertan!
 

III
Quiero trabajar por ti, Dios mío.
¡Me someteré a todo lo que me envíes!
Me ofreceré en sacrificio.
Pero Señor, no puedo hacer nada sin ti, 
¡ayúdame!
 
 
IV
Dios mío, yo creo, creo firmente,
es decir sin la menor duda.
Creo firmemente que estás presente
en todas partes, que me ves, que estoy bajo tus ojos,
que un día te veré claramente yo mismo,
que gozaré de todos los bienes que me has prometido.
¡Dios mío, espero que me recompensarás
de todo lo que he hecho para agradarte!
Dios mío, te amo. ¡Tengo un corazón para amarte!

 

V
Hoy quiero hacerlo todo y sufrirlo todo por Dios.
Nada por el mundo o por interés;
todo para agradar a mi Salvador.


VI
Dios mío, aquí estás, vengo a adorarte,
alabarte, bedecirte, darte las gracias,
amarte, hacerte compañía con los ángeles.


VII
¡Dios mío!,
-exclamaba entre gemidos-
haced que sufra cuanto quieres,
pero concédeme la gracia
de que no caiga en el infierno.

NOVENA.  Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

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DÍA PRIMERO

SantoCuraDeArs-04Fe ardiente. San Juan María Bautista Vianney tu naciste de una madre profundamente religiosa; de ella recibiste la santa Fe, aprendiendo a amar a Dios y a rezar. Ya a temprana edad se te pudo ver arrodillado delante de una estatua de María. Tu alma fue arrebatada de forma sobrenatural hacia las cosas más elevadas. A pesar del alto coste respondiste a tu vocación.

Contra muchos obstáculos y contradicciones tuviste que luchar y sufrir para llegar a ser el perfecto cura que fuiste. Pero tu espíritu de profunda fe te sostuvo en todas estas batallas. Oh gran santo, tu conoces el deseo de mi alma. Quisiera servir a Dios mejor. De El he recibido muchas buenas cosas. Por esto, obtén para mi más valor y especialmente una profunda fe.

Muchos de mis pensamientos, palabras y acciones son inútiles para mi santificación y mi salvación porque ese espíritu sobrenatural no impulsa mi vida. Ayúdame a ser mejor en el futuro.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA SEGUNDO

Completa confianza en Dios. San Juan María Bautista Vianney, ¡cuanta confianza tenía la gente en tus oraciones! No podías abandonar tu vieja rectoría o tu humilde iglesia sin verte rodeado por almas implorantes, que recurrían a ti al igual que hicieron al mismo Jesús durante su vida terrenal. Y tu, oh buen santo, les dabas esperanza con tus palabras que estaban llenas de amor para Dios.

Tu, que siempre confiabas enteramente en el corazón de Dios, obtén para mi una confianza filial y profunda en su Providencia. Así como la esperanza de bienes divinos llena mi corazón, dame valor y ayúdame a obedecer siempre los mandamientos de Dios.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA TERCERO

Amor verdadero al prójimo. San Juan María Bautista Vianney, por causa de tu amor a Dios mostraste una gran caridad hacia tu prójimo. No podías predicar el amor de Dios sin derramar lágrimas de amor. Durante tus últimos años parecía como si no pudieras hablar acerca de otra cosa o vivir para cualquier otra cosa. Así te sacrificaste a ti mismo por tu prójimo mediante el consuelo, la absolución y santificándoles hasta el límite de tus fuerzas.

Tu caridad me inspira a un mayor amor a Dios, un amor que se muestra más por los hechos que por las palabras. Ayúdame a amar a mi prójimo con igual generosidad a como Cristo los ama.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA CUARTO

Horror al pecado. San Juan María Bautista Vianney, tu fuiste tan inflexible contra el pecado, y sin embargo, tan amable y dispuesto a acoger al pecador. Acudo a ti hoy como si aún estuvieras vivo, como si estuviera arrodillado ante tus pies y pudieras oírme. Inclínate hacia mí, escucha al confidente arrepentido por las debilidades y acciones miserables.

Cura del Señor, infatigable confesor, obtén para mi el horror al pecado. Tu quisiste sobre todo que evitáramos la ocasión de pecar. Quiero tomar tu consejo y hacer la resolución de romper con los malos hábitos y evitar las ocasiones peligrosas de pecar. Ayúdame hoy a examinar mi conciencia.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA QUINTO

Confesor de almas. Oh Santo Cura de Ars, tu sabías cuan importante era una buena confesión para la vida cristiana. Para procurar felices frutos a millones de almas era por lo que tu aceptabas estar en un incómodo confesionario, que era como una prisión, hasta 15 y 16 horas en ciertos días.

Voy a intentar a desarrollar el hábito de la confesión frecuente, a prepararme adecuadamente cada vez y a tener siempre arrepentimiento de mis pecados, para que así la gracia de la final perseverancia y también la santificación de mi alma sean aseguradas. Pide por mi este gracia.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA SEXTO

Presencia real. Oh Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo era la presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿acaso no era tu gran felicidad distribuir la comunión a los peregrinos que te visitaban?. Tu negabas la comunión a las almas que se negaban a reformarse, pero a las almas de buena voluntad les abrías de par en par las puertas de la fiesta de la eucaristía.

Tu, que cada día en la Santa Misa recibías la Santa Comunión con gran amor, dame algo de tu fervor. Libre de pecado mortal, obtén para mi un sincero deseo de beneficiarme al recibir la Santa Comunión.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA SÉPTIMO

Ahuyentador del demonio. Oh Santo Cura de Ars, los infames ataques del demonio que tuviste que sufrir y las pruebas que te desalentaban hasta la fatiga no te hicieron abandonar la sublime tarea de convertir las almas. Durante muchos años el demonio vino a interrumpir tu corto descanso pero tu ganaste gracias a la mortificación y las oraciones.

Poderoso protector, tu conoces bien el deseo del tentador por dañar mi alma bautizada y creyente. El quisiera verme pecar rechazando los Santos Sacramentos y la vida de virtud. Buen santo de Ars ahuyenta de mi toda traza del enemigo.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA OCTAVO

Pureza exquisita. Oh Santo Cura de Ars, de ti un testigo de tu vida dijo esta frase: "Le hubiéramos tomado por un ángel en un cuerpo mortal".

Tu edificaste a tantos otros: la modestia y la exquisita pureza radiaban de tu cuerpo. Con ese encanto y con ese entusiasmo predicaste a otros acerca de esas bellas virtudes que tu decías se asemejaban al perfume de un viñedo en flor.

Por favor yo te imploro que unas tus súplicas a las de María Inmaculada y Santa Filomena para que siempre guarde, tal y como Dios me pide, la pureza de mi corazón. Tu, que has dirigido a tantas almas hacia las alturas de la virtud, defiéndeme en las tentaciones y obtén para mí la fortaleza para conquistarlas.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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DÍA NOVENO

Deseo de cielo. Oh Santo Cura de Ars, tus restos preciosos están guardados en un magnífico relicario, donación de los sacerdotes de Francia. Pero esta gloria terrena es sólo una pálida imagen de la gloria indescriptible que estas disfrutando con Dios. Durante el tiempo que permaneciste en la tierra solías repetir en tus horas de abatimiento: "ya descansaré en la otra vida". Ahora ya esta hecho: ya estás en la paz y felicidad eternas.

Deseo seguirte algún día. Pero hasta entonces te oigo diciéndome: "debes trabajar y luchar mientras estés en el mundo". Enséñame entonces a trabajar por la salvación de mi alma, a difundir la buena nueva, el buen ejemplo y a hacer el bien a los que me rodean y así poder recibir la felicidad de los elegidos contigo.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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¡Oh San Juan Vianney, patrón de los curas,
ruega por nosotros y por todos los curas!


 

   DIOS EN

             UN HOMBRE:    

  

           San Juan María Vianney