Tiempos del Año Litúrgico


El año litúrgico es un tiempo simbólico, un signo de salvación que recorre el círculo completo de las estaciones del año solar, siendo portador de una significación y de un poder de salvación, que no es otro que el misterio de Cristo, centro y culmen de toda realidad simbólica cristiana. El año litúrgico tiene una estructura que distribuye y articula las celebraciones de la comunidad cristiana, siguiendo unos períodos de tiempos variables según su situación en el año o ligados a determinadas fechas del calendario; es decir, propio del Tiempo y Santoral.


El año litúrgico consta de tres ciclos temporales: Pascua, Navidad y Tiempo ordinario, y de un conjunto de solemnidades y de fiestas del Señor, de la Virgen María y de los Santos.


El ciclo de Navidad, que comienza con el tiempo de Adviento y culmina con la Epifanía.


El ciclo Pascual, que se inicia con el miércoles de ceniza, Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y culmina con el domingo de Pentecostés.



 

El ciclo de Navidad: comienza a finales de noviembre o principio de diciembre, y comprende: Adviento, Navidad, Epifanía.


Adviento: tiempo de alegre espera, pues llega el Señor. Las grandes figuras del Adviento son: Isaías, Juan el Bautista y María. Isaías nos llena de esperanza en la venida de Cristo, que nos traerá la paz y la salvación. San Juan Bautista nos invita a la penitencia y al cambio de vida para poder recibir en el alma, ya purificada y limpia, al Salvador. Y María, que espera, prepara y realiza el Adviento, y es para nosotros ejemplo de esa fe, esperanza y disponibilidad al plan de Dios en la vida.. Y además, estamos en pleno mes de María. ¿Qué color se usa en el Adviento? Morado, color austero, contenido, que invita a la reflexión y a la meditación del misterio que celebraremos en la Navidad. No se dice ni se canta el Gloria, estamos en expectación, no en tiempo de júbilo. Durante el Adviento se confecciona una corona de Adviento; corona de ramos de pino, símbolo de vida, con cuatro velas (los cuatro domingos de Adviento), que simbolizan nuestro caminar hacia el pesebre, donde está la Luz, que es Cristo; indica también nuestro crecimiento en la fe, luz de nuestros corazones; y con la luz crece la alegría y el calor por la venida de Cristo, Luz y Amor.


Navidad: comienza el 24 de diciembre en la noche, con la misa de Gallo y dura hasta el Bautismo de Jesús inclusive. En Navidad todo es alegría, júbilo; por eso el color que usa el sacerdote es el blanco o dorado, de fiesta y de alegría. Jesús niño sonríe y bendice a la humanidad, y conmueve a los Reyes y a las naciones. Sin embargo, ya desde su nacimiento, Jesús está marcado por la cruz, pues es perseguido; Herodes manda matar a los niños inocentes, la familia de Jesús tiene que huir a Egipto. Pero Él sigue siendo la luz verdadera que ilumina a todo hombre.


Epifanía: el día de Reyes es la fiesta de la manifestación y revelación de Dios como luz de todos los pueblos, en la persona de esos reyes de Oriente. Cristo ha venido para todos: Oriente y Occidente, Norte y Sur, Este y Oeste; pobres y ricos; adultos y niños; enfermos y sanos, sabios e ignorantes.


El ciclo Pascual comprende Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual, y Tiempo Pascual.


Cuaresma: es tiempo de conversión, de oración, de penitencia y de limosna. No se dice ni se canta el Gloria ni el Aleluya. Estos himnos de alegría quedan guardados en el corazón para el tiempo pascual. Se aconseja rezar el Via Crucis cada día o, al menos, los viernes, para unirnos a la pasión del Señor y en reparación de los pecados.


Semana Santa y Triduo Pascual: tiempo para acompañar y unirnos a Cristo sufriente que sube a Jerusalén para ser condenado y morir por nosotros. Es tiempo para leer la pasión de Cristo, descrita por los Evangelios, y así ir sintonizando con los mismos sentimientos de Cristo Jesús, adentrarnos en su corazón y acompañarle en su dolor, pidiéndole perdón por nuestros pecados. Estos días no son días para ir a playas ni a diversiones mundanas. Es una Semana Santa para vivirla en nuestras iglesias, junto a la comunidad cristiana, participando de los oficios divinos, rezando y meditando los misterios de nuestra salvación: Cristo sufre, padece y muere por nosotros para salvarnos y reconciliarnos con su Padre y así ganarnos el cielo que estaba cerrado, por culpa del pecado, de nuestro pecado.

Tiempo Pascual: tiempo para celebrar con gozo y alegría profunda la resurrección y el tiempo del Señor. Es la victoria de Cristo sobre la muerte, el odio, el pecado. Dura siete semanas; dentro de este tiempo se celebra la Ascensión, donde regresa Cristo a la casa del Padre, para dar cuenta de su misión cumplida y recibir del Padre el premio de su fidelidad. En Pentecostés, la Iglesia sale y se hace misionera, llevando el mensaje de Cristo por todo el mundo.

El ciclo Santoral está dedicado a la Virgen y a los santos:



Cada uno de los Santos es una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. Así dijo el papa Juan XXIII en la alocución del 5 de junio de 1960. Por eso, celebrar a un santo es celebrar el poder y el amor de Dios, manifestados en esa creatura. 



Los santos ya consiguieron lo que nosotros deseamos. Este culto es grato a Dios, pues reconocemos lo que Él ha hecho con estos hombres y mujeres que se prestaron a su gracia. “Los santos, –dirá san Atanasio- mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua” (Carta 14).

Este culto también es útil a nosotros, pues serán intercesores nuestros en el cielo, para implorar los beneficios de Dios por Cristo. Son bienhechores, amigos y coherederos del Cielo. Así lo expresó san Bernardo: “Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo” (Sermón 2). 



Tenemos que venerarlos, amarlos y agradecer a Dios lo que por ellos nos viene de Dios. Son para nosotros modelos a imitar. Si ellos han podido, ¿por qué nosotros no vamos a poder, con la ayuda de Dios?

Sobre todos los santos sobresale la Virgen, a quien tenemos que honrar con culto de especial veneración, por ser la Madre de Dios. Ella es la que mejor ha imitado a su Hijo Jesucristo. Además, Cristo, antes de morir en la cruz, nos la ha regalado como Madre.