Testimonio de la Vigilia de Pentecostés

Un relato diferente

¿Por qué titular a este artículo como ¨Un relato diferente¨? DSCN1825

Mi querido lector, la respuesta a esta prematura interrogante estará dada a continuación, y de hecho mi sencilla pero concreta intención es la de poder ofrecer un testimonio vivencial, dotado de múltiples y enriquecedoras percepciones de los momentos claves de esta gran espera,

alejándome de forma radical de una tradicional y conservadora crónica, es decir, evitando presentar un banal informe de lo sucedido.

De pequeño, yo siempre esperaba con ansias la fecha de mi cumpleaños, así mismo esperaba la Navidad, el día del niño y por qué no todas las ocasiones propicias a poder recibir ¨algo¨. Creo que es algo intrínseco y propio de la edad. Y como poder describir esa fascinante expectativa de cara a un regalo, cuyo interior permanecía desconocido hasta el esperado momento de romper (o quitar con cuidado) el envoltorio.

No pretendo contar mi infancia por supuesto, sino que procuro entiendan la dichosa espera del regalo, ese que no procede de papá o mamá, sino del glorioso Espíritu Santo. Los dones se comportan de la misma forma, si no te has dado cuenta, tómate unos minutos para reflexionarlo y te darás cuenta que lo que propongo no es descabellado.

Además, esta vigilia, tuvo particularmente numerosas facetas distintivas, una de ellas, tiene que ver con que se podía palpar en el aire, esa espera comunitaria ante la pronta venida del momento tan ansiado. No obstante, podría atreverme a decir, sin mayor temor a equivocarme, que en cada corazón palpitaba la dichosa sensación, una sensación que a cada momento se repetía cuasi el estribillo de un himno, diciendo ¨Esta noche sucederá algo grande¨.

Abriendo un paréntesis, pasaré a abocarme y abordar, un plano esencial de aquello que respecta a una sana y necesaria preparación, preparación a una celebración de gran porte como Pentecostés.

Convengamos que cualesquiera sean las celebraciones, debemos tener cierta entereza espiritual y disponibilidad de corazón, por ello es bueno tomarse cierto tiempo para acondicionar nuestro ser, para que a posteriori, de forma natural sea factible la sensibilización y percepción del misterio que celebramos. Esto que comento no es ajeno a nuestra cotidianeidad, ejemplo mediante, si deseo obtener una calificación privilegiada en un examen, digamos que debo esforzarme y estudiar, para que de esta forma la consecuencia lógica e inmediata de mi obrar, termine siendo un fiel reflejo de mis actos.

Luego nos topamos con la noción de meta. Y es el momento justo de preguntarnos sin causar en nosotros mayor desasosiego, ¿somos ambiciosos con todo aquello que concierne a vivir de acuerdo a la voluntad de nuestro Padre?

Si no lo somos, deberíamos. Quien tiene objetivos grandes, llegará lejos, alejemos la mediocridad de nuestra vida e intentemos día a día, corregir nuestros errores para que de esta forma sea más factible la santidad.

En Pentecostés somos demasiado privilegiados, ya que somos colmados con fuerza necesaria para aspirar a más y ese mismísimo amor de Dios, nos sumerge en su misterio, haciendo que brote en nosotros la natural necesidad de búsqueda.

ESPIRITUSANTO-manosJesusEn este momento, se me viene a la mente de forma repentina y espontánea la imagen de mi primera comunión, más precisamente, la homilía de ese día. El sacerdote dejando el ambón, bajó a la asamblea para estar más próximo a nosotros, más próximo a los catorce niños que íbamos a recibir ese sacramento tan importante, y luego de hablar un poco, en cierto momento, dice algo así como: ¿Qué es Dios?, de inmediato respondí, “Dios es amor” y de hecho hoy día, sigo pensando lo mismo y además lo confirmo y me convenzo más de ello.

 Siguiendo con las sensaciones cosechadas de esa noche, lamentablemente debemos ser sinceros y remitirnos a la tajante realidad, debemos agachar la cabeza y admitir que no es cierto que en todos haya sido posible concretar sus expectativas. A priori uno desearía poder librarse, al menos de momento, de toda problemática que nuble y distraiga nuestro ser, algo que parece un tanto utópico. Cómo combatir esa inexplicable pesadumbre al momento de oír que un hermano no vivió con plena alegría esta jubilosa fiesta? Qué decir acerca de ésto, simplemente, que mi corazón tiene la calma.

Parecería que soy contradictorio o inconsistente en lo que digo, cómo estar preocupado y calmo a la vez. Esto es posible a partir de que empiezas a confiar más y cada vez más en Dios, si él está al control qué puede salir mal?

Si pudiéramos contar sus bondades, los números se acabarían. Así mismo si hubiera suficientes días para decir sus maravillas, la eternidad no nos alcanzaría. Por esto y mucho más la alegría de ser sus hijos nos debe sorprender y deslumbrar.

Por último resta decir algo: ¡Ordena tu amor! Mira a tu interior, no sea que ames lo que no debes, o no ames lo que debes amar. ¡Ordena tu amor!

Mira tu interior y sabrás lo que digo…